El «Evento Miyake». Un misterioso estallido solar hace casi 3.000 años
Los árboles pueden contar historias del pasado que ni siquiera los libros conocen. Pues resulta que un grupo de científicos ha logrado descifrar uno de esos relatos ocultos en los anillos de los árboles, y lo que descubrieron es impresionante: hace exactamente 2.687 años, en el 664 a.C., la Tierra fue golpeada por una tormenta solar de proporciones catastróficas. Este fenómeno, conocido como «Evento Miyake», fue tan masivo que, de ocurrir hoy, habría puesto en jaque nuestro mundo hiperconectado, afectando gravemente satélites, redes eléctricas y las telecomunicaciones.
¿Qué es un Evento Miyake?
Un «Evento Miyake» es una tormenta solar extrema que suelta una cantidad descomunal de radiación cósmica. Su nombre se debe a Fusa Miyake, la científica que los identificó por primera vez en 2012 al encontrar aumentos de un isótopo llamado carbono-14 en los anillos de los árboles. Estos aumentos son como «firmas» que dejan estas tormentas gigantes en nuestro planeta. Desde entonces, se sabe que este tipo de eventos son increíblemente raros; en los últimos 14.500 años, solo se han identificado seis.El descubrimiento más reciente, liderado por un equipo de la Universidad de Arizona, puso fecha exacta al evento del 664 a.C., analizando anillos de árboles antiguos y comparándolos con muestras de hielo polar. Este pico de carbono-14 marca uno de los episodios solares más intensos jamás registrados.
Cómo nos ayudan los anillos de los árboles
Los anillos de los árboles son verdaderas cápsulas del tiempo. Cada año, al crecer, los árboles forman un nuevo anillo que refleja las condiciones ambientales y la cantidad de carbono-14 presente en la atmósfera. Cuando ocurre una tormenta solar extrema, los niveles de este isótopo se disparan y quedan registrados en los anillos de madera.
Para este estudio, los científicos emplearon herramientas quirúrgicas para extraer y analizar pequeños trozos de madera de árboles antiguos, algunos incluso rescatados de excavaciones arqueológicas. Quemaron la celulosa de los anillos para medir los niveles de radiocarbono y, después, corroboraron estos datos con las concentraciones de otro isótopo, el berilio-10, encontrado en núcleos de hielo de los polos.
¿Qué pasaría si una tormenta así sucediera hoy?
Los efectos de un «Evento Miyake» en nuestra sociedad actual serían devastadores. Imagina un mundo sin internet durante semanas o meses, satélites inutilizables y cortes de electricidad que paralizarían ciudades enteras. Estas tormentas son capaces de liberar una cantidad de energía tan grande que podrían colapsar las redes tecnológicas de las que dependemos a diario.
Aunque hoy tenemos tecnologías que vigilan al Sol constantemente, como satélites y observatorios espaciales, estos eventos son tan raros y descomunales que todavía no sabemos cómo predecirlos. Según los investigadores, los datos obtenidos de los anillos de árboles y del hielo polar sirven para entender mejor la historia de la actividad solar, pero no han revelado ningún patrón claro que permita anticipar cuándo ocurrirá el próximo.
¿Por qué es tan importante este descubrimiento?
Este estudio no solo desvela un evento histórico fascinante, sino que también es un recordatorio de lo vulnerables que somos frente al poder del Sol. Aunque parezca lejano, entender estas tormentas ayuda a los científicos a diseñar modelos más precisos de la actividad solar, lo que podría mejorar nuestras defensas frente a futuros eventos extremos.
Además, este descubrimiento nos conecta con el pasado y nos muestra cómo la naturaleza guarda secretos que todavía estamos aprendiendo a descifrar. Los árboles, con sus anillos cargados de historia, nos recuerdan que llevamos miles de años conviviendo con un universo tan asombroso como impredecible.
El «Evento Miyake» del 664 a.C. es un ejemplo de cómo la ciencia puede ayudarnos a mirar al pasado para prepararnos para el futuro. Aunque todavía no sepamos cuándo ocurrirá el próximo gran estallido solar, investigaciones como esta nos acercan un paso más hacia comprender los misterios de nuestra estrella. Y, mientras tanto, no deja de maravillar pensar que los árboles y el hielo polar guardan entre sus capas la memoria de lo que un día ocurrió bajo el mismo cielo que hoy nos cobija.